Un poliédrico Residente se confiesa hasta el llanto en Madrid

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FERNANDO J. LUMBRERAS

Muchos ya conocíamos ese cajón de sastre donde se acumulan las ideas, las proezas y las vergüenzas (que las hay) de René. Incluso en el gesto de prestar atención a sus letras creíamos atisbar a un hombre de cuarenta y tantos que no le teme a su futuro y que mira al pasado con una mezcla de sentimientos encontrados. Todo eso se dio cita en el Wizink Center para gusto de muchos y deleite de todos.

Cuando uno se asoma a sus canciones, tiende a buscar esa diconomía de personajes que se entremezclan de manera magistral entre ritmos de la calle, crítica social o descalificacones a los dialécticos enemigos que el devenir por la industria le dejó, busca a Residente o busca a René Pérez, porque su música se explica sola y su manera de concebir la vida es una especie de confesionario lanzado a los cuatro vientos y a pecho descubierto.

Hoy, esa confesión tuvo la forma de 24 canciones, la mayor parte de ellas formaban parte de su último álbum (Las letras ya no importan, 5020 Records), un disco ecléctico con ciertos riesgos emprendidos y el regusto de la satisfacción cuando se cierra, de manera magistral con la más autobiográfica de todas las canciones que René haya escrito. El concierto estuvo impregnado de eso, de autenticidad, pero también de multiversos en los que el artista puertorriqueño navega a veces de manera áspera pero efectiva.

Y no en vano el concierto, con más de 15 mil almas ya sumidas en una catarsis que llevó incluso hasta al llanto al propio artista, terminó con una intimidad arrebatadora, con la presencia de Silvia Pérez Cruz adueñándose de manera increíble de un final que fue apoteósico, sí, escrito sin temor a exagerar. Confesado y perdonado, René se dejó llevar por su elocuencia. Aunque a veces pueda dar la sensación de frescos versos, se intuye en ellos un descaro propio de quien disfruta sincerándose tras meditarlo seriamente.

El «bendito» problema de Residente es que tiene la huella que dejó Calle 13 en su vida y en las almas de cuantos estuvimos allí por más que haya reivindicado su etapa en solitario a menudo. Muchos esperaban escuchar canciones de esa fase de su carrera. Y éstas llegaron. Aquel Entren los que quieran es uno de los mejores discos de la historia de la música urbana y no es que lo diga un crítico, es que lo secunda una legión de seguidores que lo han encumbrado casi a la categoría de disco de culto en la música latina. Y si quieren pruebas de ello, péguenle una escuchada a Latinoamérica, una de las cartas de amor más apasionadas se han escrito a un continente que es pura pasión para el dolor y el goce. Imposible no emocionarse cuando la canción llegó en el momento justo del show.

Rapea René que en «el mundo de la música todo es mentira», pero si hubo algo auténtico hoy, fue él, sin ambajes, sin prólogos sin eufemismos. Una sonora confesión.