FERNANDO J. LUMBRERAS
A sus cincuenta años recién cumplidos, RUBÉN POZO lanza “50town”, un disco que convierte la palabra cincuentón en un territorio imaginario donde la edad madura se vuelve impulso creativo. Lejos de la nostalgia o la solemnidad, Pozo abraza este momento vital con lucidez, humor y energía rock, firmando un trabajo breve, directo y lleno de vitalidad que condensa la esencia de un artista fiel a sí mismo.
Producido por Ricky Falkner y grabado en los estudios Casa Murada (Tarragona), el quinto álbum de estudio del músico madrileño reúne diez canciones concebidas y tocadas casi en directo, con esa urgencia eléctrica que solo nace del calor del momento. Lo acompañan Loza a la batería, Sergio Valdehita en teclas y Falkner al bajo y coros, junto a las colaboraciones de Angie Sánchez y su hijo Leo. La mezcla corrió a cargo de Jordi Mora, también técnico durante la grabación.
Musicalmente, “50town” transita el rock en castellano, el lenguaje natural de Rubén. Alterna piezas intensas y eléctricas con momentos más íntimos, sin perder su espíritu de siempre: un músico con su guitarra al frente de una banda clásica. En lo lírico, el disco retrata la llegada a la cincuentena como una etapa fresca y auténtica, vivida con ironía, emoción y mirada crítica.
El álbum despliega un abanico de emociones y texturas. El tema homónimo “50town” abre como himno generacional, creciendo desde la sencillez acústica hasta un estribillo contagioso. “Efímero”, acompañado de un videoclip dirigido por Alon Walrus, es puro rock con riff cavernícola y mensaje vitalista: la vida pasa volando, pero las canciones permanecen. “Cantar” rescata la alegría de hacer música por placer; “Fuera de quicio” suena como un cuento medieval eléctrico; y “Garabato” se convierte en una declaración de amor sin estribillos, sincera y luminosa. En “El puto amo”, Pozo desata rabia e ironía con actitud rapera y base distorsionada, en una descarga tan feroz como liberadora.
No faltan los momentos introspectivos: “Dispárame” brilla con intensidad emocional, mientras “Los que ya no están” rinde homenaje a los guitarristas que lo inspiraron y a la guitarra como compañera de viaje. “Estamos como queremos”, otro de los singles adelanto, es pura energía con alma de directo; y “La última canción”, surgida tras un comentario cruel en redes, se transforma en un renacimiento emocional, el cierre perfecto para un álbum de apenas treinta minutos que deja huella.
Y si el disco suena a celebración, el directo lo será aún más. Rubén Pozo regresa a los escenarios junto a su nueva banda, Los Chicos de la Curva, para presentar estas canciones en una gira nacional que comenzará el 18 de octubre en Gijón y recorrerá más de veinticinco ciudades españolas, incluyendo Madrid (dentro del Inverfest), Barcelona, Valencia, Bilbao, Murcia y Sevilla. En estos conciertos no faltarán los clásicos que lo acompañan desde sus inicios, pero lo que propone Rubén esta vez es algo más: una fiesta del rock sin artificios, el reencuentro de un músico con oficio, con callo y con canciones que no envejecen porque nunca fueron moda.
Junto al lanzamiento digital, Pozo ha editado también una versión en vinilo de 180 gramos, de la cual ya se han agotado las 150 primeras copias exclusivas y firmadas. “50town” no es solo un disco: es una declaración de vida, un lugar donde la madurez se grita a golpe de guitarra y el rock sigue siendo la mejor manera de seguir cumpliendo años.




