FERNANDO J. LUMBRERAS
La cantante colombiana SHAKIRA ha sido demandada en la Corte de Miami por David Rashidian, un hombre que la acusa de fraude, incumplimiento de contrato y explotación de persona mayor. Según el documento presentado el pasado 30 de marzo, el demandante sostiene que la artista habría firmado con él un supuesto acuerdo para publicar un libro de memorias y realizar una gira internacional de 100 conciertos, compromisos que, asegura, nunca llegaron a concretarse.
Rashidian afirma haber entregado alrededor de 140.000 dólares (unos 120.000 euros) a la intérprete de Acróstico para cubrir distintos gastos, entre ellos estancias en hoteles, tratamientos médicos de la madre de la cantante y viajes familiares. Incluso sostiene que, durante un supuesto viaje a Cuba, SHAKIRA le pidió 3.500 dólares adicionales para afrontar una emergencia. En la demanda civil, el hombre adjunta una serie de documentos con los que intenta demostrar la existencia de esa relación empresarial: un billete de avión con el nombre de la artista, capturas de una cuenta de Facebook desde la que mantenía contacto con ella e incluso una fotografía de una licencia de conducir que, según dice, pertenecía a la barranquillera.
Con esas pruebas, el demandante reclama la devolución del dinero entregado más 100 millones de dólares (unos 85 millones de euros) por daños y perjuicios, además de las costas del proceso. Una cifra que ha sorprendido a los medios y ha desatado especulaciones en torno a la veracidad del relato.
No obstante, fuentes cercanas a la artista aseguran que SHAKIRA está tranquila y confía en que el caso se aclarará pronto. La cantante, que deberá comparecer por videoconferencia ante el tribunal esta semana, sospecha —junto a su equipo legal— que todo forma parte de una elaborada estafa. Según las primeras indagaciones, alguien podría haber suplantado su identidad para engañar al hombre y firmar contratos falsos en su nombre.
Desde el entorno de la artista recuerdan que todos los conciertos y giras de SHAKIRA están gestionados por la promotora LiveNation, lo que refuerza la tesis de que el supuesto acuerdo no tiene validez ni respaldo alguno. De confirmarse la suplantación, tanto el demandante como la cantante habrían sido víctimas de un engaño cuidadosamente planificado.
Mientras la justicia estadounidense analiza las pruebas, el caso sigue sumando titulares por su extravagancia y por la vulnerabilidad que muestra, una vez más, en la era digital, donde las identidades pueden falsificarse con una facilidad inquietante. SHAKIRA, ajena a cualquier implicación directa, continúa con sus compromisos profesionales y mantiene la serenidad que ha caracterizado su respuesta ante los recientes desafíos legales.




