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FERNANDO J. LUMBRERAS

Hay productos que aparecen discretamente en los lineales del supermercado y acaban convirtiéndose en tema de conversación en sobremesas, redes sociales y tertulias de cocina. Es lo que ha ocurrido con el queso curado de oveja con crema de naranja de Mercadona, una propuesta que ha despertado tanta curiosidad como desconcierto entre los aficionados al queso.

A primera vista, el envase no promete revoluciones: una cuña de unos 260 gramos, aspecto rústico y color pajizo, que cualquiera podría confundir con un queso curado más. Pero basta cortar una porción para descubrir la sorpresa: en su interior se esconde una crema de naranja que tiñe el corazón del queso con un tono dorado y un aroma cítrico que no deja indiferente.

Elaborado con leche pasteurizada de oveja, este queso juega al contraste. Por un lado, la intensidad salina y la textura firme propias del curado tradicional; por otro, la dulzura ácida y aromática de la naranja, que aporta un toque fresco y sorprendentemente afrutado. No es una mezcla fácil, ni pensada para paladares conservadores: o enamora o desconcierta, pero nunca pasa desapercibida.

Desde un punto de vista técnico, mantiene las características de un queso curado clásico: 461 kilocalorías por cada 100 gramos, 24 gramos de proteínas, 39 gramos de grasa (de las cuales 28 son saturadas) y apenas 3,5 gramos de hidratos de carbono. En otras palabras, se trata de un alimento energético, ideal para disfrutar en pequeñas cantidades. Conviene recordar que su corteza no es comestible, aunque el interior conserva una textura compacta, perfecta para cortar en dados o lascas finas.

Su precio —5,54 euros la pieza, unos 21,30 €/kg— lo sitúa en la gama media de la oferta de Mercadona, lo que lo hace atractivo como curiosidad gastronómica sin exigir un gran desembolso.

Pero ¿cómo se come este queso tan peculiar? La clave está en buscar el equilibrio. Acompañado de pan de nueces o tostadas de cereales, el contraste entre lo salado y lo dulce se realza. En una tabla de aperitivos, combina bien con frutos secos tostados (especialmente almendras o pistachos) y fruta fresca como uvas o rodajas de manzana verde. También marida de forma interesante con vinos blancos jóvenes, cavas o incluso cervezas de trigo, que realzan el perfume cítrico de la naranja sin ocultar el carácter del queso.

En el terreno emocional, este queso tiene algo de experimento juguetón: un guiño a quienes buscan salir de la rutina gastronómica sin recurrir a productos exóticos. Su éxito radica precisamente en eso: en ofrecer una reinterpretación audaz del queso curado de toda la vida. La naranja, tan presente en la repostería mediterránea, se convierte aquí en un puente entre lo dulce y lo salado, entre la tradición y la innovación.

No es un queso para todos los días, ni para todos los gustos. Pero sí es una sugerencia interesante para sorprender en una cena informal o una reunión con amigos. Presentado en pequeñas porciones junto a otros quesos más clásicos —un manchego semicurado, un brie o un azul suave—, aporta ese punto de conversación que toda buena tabla necesita.

En definitiva, el queso con naranja de Mercadona no pretende desbancar a los grandes clásicos, pero sí recordarnos que la curiosidad también se come. Es un pequeño capricho que, sin llegar a la sofisticación de una cata gourmet, despierta sonrisas y opiniones encontradas, y eso, en el fondo, ya es mucho decir.

¿Una locura cítrica o un acierto sorprendente? Probablemente ambas cosas. Lo que está claro es que Mercadona ha logrado algo poco común: que hablemos de un queso como si fuera una experiencia.