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No se debe intentar entender la música de la década de 1980. Solamente hay que disfrutarla, adentrarse en las idiosincrasias que la hicieron global y masiva y eso, queramos o no, pasa por entender las realidades diversas de los espacios en donde nacieron los grandes éxitos de la década. Los amigos de Música Instantánea han elaborado varios artículos en los que pueden encontrar ese universo de lo ochentero para dar con aquello que conforma (o no) la banda sonora de nuestras vidas.
En los ochenta solo hubo un simple chispazo que lo cambió todo en el mundo de la música , y no es una exageración decirlo: el videoclip.
El 1 de agosto de 1981,un consorcio de empresas entre las que sobresalía Warner, lanzaron al mercado la MTV, el primer canal de televisión centrado únicamente en videoclips. Y la primera canción con la que iniciaba su andadura era un premonitorio mensaje, era nada más y nada menos que Video killed the radio star, de The Buggles. No habría que esperar mucho más para confirmar que algo había cambiado, en 1982, Michael Jackson publicaba Thriller, a ese disco le acompañaba un videoclip que se convirtió en el más visto en la historia de la música.
¿Qué había cambiado? La realidad social y el modo de concebir la industria. Los ejecutivos de la industria del entretenimiento huían de sonidos que consideraban retro para enfocarse en los jóvenes y adolescentes a los que iban a bombardear de contenidos y tendencias continuamente. Tras épocas de encorsetamiento conservador, el pop se hizo provocador, desenfadado. Así vino a encumbrarse Madonna como reina del pop. Y, por supuesto, tenía que mostrar en los oportunos videoclips la capacidad de levantar ampollas entre los más viejos del lugar. Estaba sucediendo lo mismo que en los años cincuenta había pasado cuando el rock n’ roll se hizo global. Ambos géneros explican, por si solos, toda la música de masas del siglo XX.
Los rockeros de los 80 supieron adaptarse de maravilla a esa nueva corriente. Muchos de ellos ya eran ídolos de los nacidos en los años 60 y la nuevas canciones también iban a encandilar a la siguiente generación.
En España, tras 40 años de dictadura, la música y el cine se desataron. La movida madrileña fue el gran ejemplo en lo sonoro (el cine de quinquis y el destape en los cinematográfico). Al amparo de esa movida creció un electropop sublime que coqueteó con los sonidos que llegaban de otros países de órbita latina y dieron como resultado canciones magníficas e inolvidables. Eso sí, la vieja guardia musical ahí estaba, como testigos vivientes de otro modo de concebir el show business.
El pop italiano hizo mucho bien a nuestro país, pero los sonidos de gente como Mecano, Hombres G o La Unión, por citar algunos, se convirtieron en auténticos himnos generacionales. Las grandes discográficas se abrieron a mercados impensables (en nuestro país sonaba, de cuando en cuando, algo de música venida de América Latina) pero sobre todo, la influencia de lo anglo fue tremenda.
En Alemania y en Gran Bretaña, el punk se había convertido en un movimiento absolutamente consolidado, pero estaban por consolidarse artistas de una clase increíble. músicos que mamaron del rock y que encontraron en la electrónica otras fuentes de inspiración y universos más tentadores para ampliar sus espectros creadores. Y, poco a poco, nos llegaron músicos australianos (Kylie Minogue), alemanes (Modern Talking), guyaneses (Eddie Grant)… Todos con sus correspondientes videoclips (sin ellos, un músico no era nada).
Los ochenta fueron la mejor época para ser adolescentes por muchas razones, quizás porque aún había algo de naïf en nosotros como generación y aquellas genialidades musicales, nacidas de la incomprensión y de la ambigüedad estaban adelantadas a su tiempo, habían llegado para quedarse y cambiaron definitivamente la cara a la industria del entretenimiento. Por supuesto, estaban por explotar otras música, lo urbano, una electrónica más agresiva a nivel sonoro… pero eso es otra historia.